The third way: Hermeneutic reflexion about the historic heritage
Fernando Caloca Ayala
Licenciado en Derecho (UNAM) y Ciencias Humanas (Claustro de Sor Juana), Maestría en Filosofía (UIA) y Doctorado en Filosofía (UNAM). Experto en Hermenéutica filosófica, Ciencias del Espíritu. Ha sido Catedrático universitaro en la Ibero, ITAM, y Universidad Anahuac, entre otras.
Recibido: 29 de julio de 2016
Aceptado: 14 de octubre de 2016
Disponible en línea: 01 de enero de 2017
CC BY-NC-ND
Resumen
¿Cuál es el ámbito de conocimiento que se requiere para comprender el patrimonio histórico de una comunidad? ¿Con qué criterios filosóficos se pueden tomar decisiones para hacer o no hacer algo con él? ¿De qué depende la posibilidad de crear o construir algo nuevo para la sociedad, a partir del patrimonio que se ha heredado? Este artículo presenta una reflexión para derivar, de ella, criterios y orientaciones para cuidar el patrimonio histórico. Se hace mención de la hermenéutica y su vínculo con la restauración del Patrimonio. Se proponen orientaciones de un ejercicio hermenéutico que supone conservar, recrear y restaurar los bienes de la arquitectura y la ciudad. El objeto patrimonial urbanístico es símbolo y metáfora, porque recoge y manifiesta el espíritu humano y divino en la medida en que se respetan los valores de Belleza, Unidad y Bondad del Ser.
Palabras clave: hermeneutica, patrimonio histórico, filosofía
Abstract
What is the field of knowledge required to understand the historical heritage of a community? With philosophical criteria can decisions be taken to do or not to do something with it? What determines the possibility to create or build something new to society, the heritage that has been inherited from? This article presents a reflection to drive criteria and guidelines to take care of the historical heritage. Mention is made of hermeneutics and its link with the restoration of the heritage. It propose orientations of the hermeneutic exercise that supposes conserve, recreate and restore architecture and city structures. The urban heritage object is symbol and metaphor because it collects and shows the human and divine spirit in that respect the values of Beauty, Unity and Goodness of Being.
Keywords: hermeneutic, historic heritage. philosophy.
Introducción
En 1995, en el parque San Antonio de la ciudad de Medellín, Colombia, estalló una bomba matando a 23 personas. En el atentado terrorista resultó dañada una escultura de Fernando Botero: La Paloma de la Paz. Después de ocurridos los hechos y de atenderse la emergencia, se preguntaron ¿qué hacer con el espacio público dañado? Alguien propuso limpiar inmediatamente el sitio, borrar las huellas del atentado. Pero el escultor comprendió que se estaba viviendo una confrontación en el ámbito de lo simbólico. Por eso, en lugar de reparar o retirar la obra semi destruida, propuso dejarla en su lugar y colocar a su lado una nueva. Fernando Botero donó a la Ciudad de Medellín una nueva Paloma de la Paz, después de cuatro años y medio. Las dos Palomas quedaron una junto a la otra y pusieron en evidencia la tensión entre la violencia y la creatividad, dejando plasmada en el espacio público de Medellín una nueva manera de convivir y de habitar el mundo (Ver Figura 1). Botero pasó, quizás sin pretenderlo, a formar parte del paisaje urbano y de la historia de su ciudad (Escobar, 2004/2007). Hoy en Medellín, como en muchas ciudades de Colombia y del mundo, la gente interactúa lúdicamente con las esculturas de Botero.


Esta historia nos puede ayudar a entender muchas cosas acerca del patrimonio: el ámbito simbólico de lo que significa la decisión de hacer o no hacer algo, la posibilidad de crear o construir algo nuevo para la sociedad. El patrimonio histórico de un país depende de la capacidad creativa del hombre para transformar, construir o hacer obras, textos y espacios inéditos. Pero en la vida real ocurre también que la degradación, el abandono, el olvido, la colonización, la invasión de nuevas formas de vida, la contaminación, la violencia y la banalización de la misma, destruyen o aniquilan joyas u obras, monumentos y plazas. ¿Qué hacer cuando en lugar de crear, destruimos? ¿Cuál es nuestra responsabilidad como ciudadanos frente al patrimonio histórico? ¿Cómo lograr que la esencia de aquello que es memoria de una nación o un pueblo, no desaparezca? Frente al patrimonio histórico no sólo hay construcción o destrucción, puede haber también conservación, restauración, preservación, cuidado, que es sobre lo que quiero reflexionar brevemente.
En este artículo, primero nos acercaremos a definir lo que es el patrimonio histórico, luego describiremos de manera breve qué es hermenéutica y para qué sirve y finalmente ofreceremos claves o criterios para sugerir cómo podemos preservar, cuidar o restaurar nuestro patrimonio histórico.
Patrimonio Histórico
Seguir la palabra ‘patrimonio’ hasta su origen arroja resultados interesantes para aclarar el concepto. En primera instancia, nos guía al derecho romano. No obstante, la definición más relevante para esta investigación aparece en el contexto de los Estados Nacionales, con la urgencia de reinventar identidades que unieran a los habitantes de un territorio. Para cumplir dicho objetivo se invocó la vieja díada de “lo propio” y “lo otro”, al igual que la potencia del mundo sensible para materializar ideales y valores. Se llamó patrimonio no solamente a los bienes heredados por un sujeto, como en Roma se hacía, sino a los valores históricos y culturales de una sociedad (Hernández, 2010 p. 7).
Más allá de las pretensiones políticas y la crisis del concepto de nación, el patrimonio se piensa en relación con los habitantes de un espacio, las vivencias, sentimientos, emociones que genera y las identidades que los individuos forman de acuerdo con las experiencias particulares, las cuales se replican a gran escala y construyen el paisaje urbano como aquella “realidad dinámica, sujeta a cambios y a la confluencia de múltiples interpretaciones” (Román Fernández, 2011, p.195).
El patrimonio genera cercanía y, por ende, relaciona a los individuos entre sí, con su espacio e incluso con el pasado histórico y con los habitantes pasados, hasta llegar a los ancestros. Es por ello que la decisión de otorgar el título de “patrimonio” es la afirmación de algún valor intangible que merece ser preservado, ya sea histórico, estético, científico, tecnológico o económico y, a la vez, es la reivindicación y afirmación de un pasado.
La pregunta por la conservación, restauración y actualización, es compleja. El intento de responderla pone en juego valores de distintas clases, proyecciones, narraciones, así como relaciones sociales y políticas y, por supuesto, vivencias y valoraciones de los actores locales que generan interpretaciones distintas sobre lo mismo. La hermenéutica es, entonces, la herramienta propuesta para dilucidar dicha cuestión.
La palabra patrimonio procede del vocablo (munus patris) que significa “el deber del padre”, de aquí por extensión se entiende que el patrimonio histórico de una nación es el conjunto de expresiones y rasgos tangibles e intangibles que reflejan cómo un grupo humano vive, piensa, siente y se relaciona con su medio. El patrimonio es la manifestación de valores, creencias, tradiciones, memoria y futuro de la humanidad (Florescano, Vol II, 2011, p. 14.). Uno de los valores que representa el patrimonio es que ayuda a dar sentido de identidad a un grupo humano. De aquí la importancia del patrimonio y de la necesidad y conveniencia de su restauración, conservación y actualización permanente, así como de reflexionar continuamente sobre qué vale la pena preservar y legar a la siguiente generación. El patrimonio histórico se puede preservar por diversos motivos, pues es susceptible a diferentes valores: el valor histórico, el estético, el valor científico y tecnológico, el valor económico, etc.
El patrimonio tiene un carácter dinámico y orgánico. Las ciudades, por ejemplo, son patrimonio, se desarrollan continuamente y se transforman. Las ideas que en un inicio dieron origen a una ciudad, están presentes y se correlacionan con nuevos ideales y formas de vida, nuevas formas de organizarse, de embellecer los entornos y de encontrar nuevos estilos de vida. Igualmente, debemos considerar como parte del patrimonio de la ciudad la música, las etnias, o las sociedades que habitan el espacio público. Todo lo construido por el hombre y la naturaleza misma constituye un patrimonio: plazas, parques, santuarios naturales o religiosos, bibliotecas, templos, centros comerciales, hoteles y aeropuertos. De ahí la complejidad de saber qué es lo que hay que preservar y cómo preservarlo. Tarea para la cuál puede ser útil la hermenéutica o ciencia de la interpretación, pues el conservador y restaurador del patrimonio tiene que interpretar el valor, uso y sentido que ha tenido y tiene lo que va a restaurar.
Hermenéutica filosófica
“La Hermenéutica es el arte y ciencia de interpretar textos entendiendo por textos aquellos que van más allá de la palabra y el enunciado” (Beuchot, 2000, p. 17). En este sentido, no sólo las obras escritas de la tradición son textos; sino que pueden ser también textos las manifestaciones lingüísticas, los hechos históricos y las obras artísticas. La hermenéutica puede abarcar prácticamente todos los campos del saber, especialmente el de las ciencias humanas y sociales, donde los textos son “hiperfrásticos, es decir, mayores que la frase” (p.17) y, por ende, requieren con más urgencia del ejercicio de la interpretación.
La complejidad del acto de interpretar, y por extensión de restaurar, radica que en el acto de interpretar convergen el autor y el lector o intérprete del texto. En la interpretación, el contexto e intención del autor se enfrenta a la carga subjetiva del lector:
“[…] la sola intención del autor no basta para hacer la interpretación completa, pues estamos leyéndolo desde nuestra situación actual. Pero tampoco basta introducir lo más posible nuestra intención interpretativa de lectores; eso haría que cada quien diera curso libre a su creatividad al interpretar, sin importar ninguna medida proveniente del texto […]” (p. 29).
Por esto, cuando interpretamos y restauramos una obra, estamos en el enfrentamiento de lo que el autor pudo o quiso decir, y lo que el lector entiende de la obra y quiere restaurar de ella; incluso podemos confrontar la paradoja donde el lector le da un valor interpretativo a la obra, un valor que ésta no posee.
Afianzada la hermenéutica como arte o ciencia de interpretar, se descubren reglas de interpretación, metodologías, límites, fronteras, que se postulan de acuerdo con la naturaleza de lo interpretado. Por ejemplo, las leyes requieren conocimiento jurídico, criterios claros para la correcta aplicación de sus obligaciones. Las artes requieren conocimiento para cumplir con el propósito de comprenderlas, disfrutarlas y saber apreciar la belleza o el significado de sus distintas manifestaciones. La historia se interpreta de una cierta manera, distinta a como se interpretan la arquitectura o el drama. En el caso de los espacios públicos o urbanos, también se ha desarrollado la ciencia o el arte del urbanismo.
Los urbanistas y restauradores deben comprender e interpretar lo que son y significan las obras arquitectónicas y la naturaleza de las ciudades, labor especialmente importante para quienes vivimos en las grandes urbes, pues todos los días vemos y sufrimos cambios derivados del desarrollo y crecimiento económico, tecnológico, social o político, y con ello, el deterioro del patrimonio. Así, muchas veces nos preguntamos: ¿Dónde están los urbanistas, arquitectos, geógrafos, topógrafos, ingenieros que nos ayuden a vivir y a entender este proceso de transformación de la ciudad? ¿Con qué criterio han hecho estas modificaciones? Todos estos cambios en las ciudades motivan un sinnúmero de cuestionamientos, reflexiones y propuestas acerca del valor y uso que deben tener las áreas patrimoniales utilizadas por las formas tradicionales de vida, así como cuestionan los antiguos ideales estéticos de las mismas.
Método
Para realizar esta reflexión sobre el Patrimonio Histórico y su relación con la Hermenéutica, fue necesario identificar la naturaleza de ambos conceptos y contrastarla con ejemplos históricos. A partir de ahí se estableció una correlación entre lo que dice la teoría y lo que resulta en la realidad. Hemos querido destacar la importancia del equilibrio entre una vía que cierra demasiado las posibilidades de interpretación y otra que las abre sin cuidado. Esta reflexión se fundamenta en ideas de la hermenéutica analógica de Mauricio Beuchot (2000), así como de la hermenéutica filosófica de Hans Georg Gadamer (1977). La elaboración de este artículo supuso rastrear información gráfica y fuentes de información actuales sobre conservación del patrimonio, especialmente urbano y arquitectónico.
La hermenéutica en la conservación del patrimonio
Para comprender el vínculo de la hermenéutica con el patrimonio debemos decir primero que interpretar es colocar un texto o un objeto en su contexto. Pero el problema del contexto lleva al conflicto de las interpretaciones. Siempre se interpreta, siempre se comprende desde un esquema conceptual, desde un marco de referencia, desde una tradición. El contexto es un conjunto de factores que se hacen presentes y determinan una lectura o comprensión de algo. En toda interpretación hay una relación entre lo antiguo y lo nuevo, entre la tradición y la innovación, entre la interpretación ortodoxa y las muchas interpretaciones posmodernas.
Nuestro mejor filósofo mexicano en el campo de la hermenéutica, Mauricio Beuchot, sostiene que debemos tener conciencia de la vía de interpretación que transitamos. Beuchot no se ha cansado de señalar que existen tres líneas generales de interpretación: la univocista, la equivocista y la vía análoga.
El sentido univocista o literalista se podría definir como “lo que se predica o se dice de un conjunto de cosas en un sentido completamente idéntico, de modo que no cabe diversidad entre unas y otras” (p.37). Para este sentido hay una única interpretación válida. Esta postura, al negar la diversidad de sentidos, niega también la hermenéutica, la cual “puede darse y operar cuando hay múltiple sentido, polisemia” (p.39).
Aplicado al patrimonio histórico, hay quienes encuentran razones para restaurarlo siguiendo un criterio univocista, que permita preservar y mantener “tal cuál era” lo que hemos podido heredar del pasado. Esta vía afirma que la tarea hermenéutica de la conservación debiera ser una tarea que podríamos calificar de racional y rigurosa. Los que practican esta forma de interpretar son como museógrafos de la cultura, conservadores a ultranza del pasado que buscan no sólo interpretar y comprender, sino sobre todo preservar el sentido único y original de las obras de arte. El criterio “univocista” trata de recuperar la forma originaria de la obra para restaurarla exactamente igual a lo que fue en sus inicios, con el propósito de mantener el uso que tuvo desde su creación. Dentro de las razones que se podrían dar para mantener un criterio univocista de la restauración que busque “interpretar” las obras de arte y restaurarlas para que conserven su uso tal cual era anteriormente, está el valor que encuentran muchos historiadores en conocer, comprender y preservar la historia de los monumentos históricos. El valor de una interpretación univocista es el que nos permite comprender la literalidad de los textos, el sentido y usos de los objetos históricos, para a partir de ese conocimiento tomar una decisión de qué hacer con las obras y monumentos históricos. No puede dejarse de lado en este sentido la muy importante labor de rescate histórico que realizó Guillermo Tovar y de Teresa (1956-2013) quien trató de recuperar la memoria del pasado de la Ciudad de México y del Centro Histórico. Lo hizo como cronista de la urbe. A través de rescatar el valor histórico de una obra, buscó conservar el valor del Centro Histórico y su interpretación en la preservación de un patrimonio que abasteciera y diera información para, a partir de ahí, tomar la decisión de qué restaurar y cómo hacerlo.
Esta mirada univocista guarda un buen ejemplo en el caso de la restauración de San Miguel Concá, la más pequeña de las misiones franciscanas de la Sierra Gorda, donde el empeño radicó en buscar los colores originales para regresar la iglesia a la forma exacta como se veía en 1754, año en que terminó de construirse. (Ver Figura 2).

La limitación de esta forma de trabajar es que sabemos que la conservación del patrimonio no es únicamente un acto de cumplimiento con el pasado, con las leyes o con el sentido original de las cosas. A pesar de que en un primer momento el acto de interpretación consiste en contextualizar, es decir, conocer la identidad del autor, del momento histórico, de las condiciones psicosociales o culturales, lo cierto es que los espectadores actuales de esa obra de arte no viven en esa época; son ciudadanos contemporáneos, y su forma de apreciar y hacer uso de las obras de arte y urbanas de épocas pasadas es diferentes a la original. Podríamos decir metafóricamente que el texto cambia con ellos, y puede no decir el texto lo mismo que decía en aquel momento específico (p. 29). De aquí que se pueda afirmar que la exageración en la tendencia hacia lo objetivo y la restauración univoca “lleva a buscar una cosa inalcanzable, inconseguible […] suponiendo que se puede conocer el mensaje igual o mejor que el autor mismo” (p. 28).
Existe una segunda vía para transitar el camino de la interpretación, que podríamos llamar la vía posmoderna o equivocista, que postula como válida cualquier interpretación, uso, acción o comprensión de la obra o el texto para restaurar el patrimonio histórico y hacer de él “lo que se nos antoje”. Aplicado al ámbito del patrimonio histórico, se puede decir que en restauración “todo se vale”. Por lo mismo se podría convertir una iglesia en centro comercial, una canción vernácula en reggaeton, o un lugar histórico en hotel boutique. Es enorme el beneficio de esta gran apertura equivocista y su flexibilidad frente a las múltiples interpretaciones que podemos hacer: promueve la diversidad, reconoce las diferencias, invita y reta a la creatividad; como es el caso del Laboratorio Arte Alameda, ubicado en el antiguo Convento de San Diego en el centro de la Ciudad de México, donde la capilla, el atrio, la nave principal, el claustro y el coro han sido transformados, sin cambiar demasiado la arquitectura original, en salas de exhibición que albergan arte contemporáneo. (Ver Figura 3).

La desventaja de esta postura equivocista es que es fácil caer en el exceso, y por tanto en la falta de respeto elemental de aquello que la primera vía buscaba conservar, con lo cual se eliminan los valores esenciales de la obra a restaurar, y de la cultura: tómese como ejemplo el controvertido caso del Casino de la Selva, hoy convertido en tienda de autoservicio en Cuernavaca Morelos. La postura equivocista obliga a considerar que cuando estamos frente a obras de arte con valor patrimonial, nos encontramos en un punto en el que la excesiva polisemia y subjetividad que defiende esta vía termina por dar más valor al intérprete y a su propia subjetividad (p.28). La obra de arte, interpretada mediante una lectura más bien subjetivista que conduce a la arbitrariedad y al caos, se autoanula, pues es de sentido común pensar que el deber de los profesionistas, artistas, ecologistas y urbanistas, es evitar que se dañe el patrimonio, así como darle mantenimiento, usarlo adecuadamente y promover su cuidado, entre muchas responsabilidades inherentes a su trabajo. También hay otro riesgo en la interpretación a través de esta segunda vía. El caso de áreas patrimoniales con un gran peso de la tradición y la importancia de las relaciones de poder, (Florescano, 2001) que constantemente se ven afectadas por las ideologías. Cabe aquí recordar la Plaza de la República y su monumento a la Revolución, en la Ciudad de México: por un lado, representa el símbolo de la hegemonía del partido que ha gobernado la ciudad en los últimos años; y por otro lado, las huestes nacionales de toda índole ideológica escogen ese espacio (y la Plaza de la Constitución) para manifestar inconformidades políticas, sociales o económicas, generando un amplio y desagradable deterioro del paisaje urbano (Ver Figura 4). Ha sido la ideología, y no la hermenéutica, la que ha primado como criterio de interpretación en la conservación o resguardo, el uso o el abuso de nuestro Patrimonio Histórico. Éste ha sido el sentido equivocista con el que se ha interpretado el patrimonio histórico y su preservación.

Conclusión
La primera y la segunda vía son movimientos contrarios, uno de absoluto distanciamiento con pretensiones de objetividad; el otro de exageración en el acercamiento. La tercera forma para comprender la interpretación, la análoga, sería una tercera vía, que surge de la Hermenéutica analógica, la cual acepta las dos visiones como necesarias, y busca una “mediación prudente y analógica” (p.29) entre ellas, donde gracias a la mayor objetividad posible se salvaguarda el sentido original que el patrimonio posee, con la asunción de la intencionalidad subjetiva inevitablemente presente. Es decir, el patrimonio expresa algo, tiene un significado y hay que respetarlo, no obstante, hay que entender que ya no dice exactamente lo que quiso decir el autor, pues “ha rebasado su intencionalidad al encontrarse con la nuestra. Nosotros lo hacemos decir algo más, esto es, decirnos algo. No habla en abstracto; lo estamos interpretando nosotros en una situación concreta” (p.29). El valor del patrimonio comprende el significado del autor y el significado del lector; es la tensión entre ambos.
Desde la posición de una hermenéutica analógica se propone la restauración como un acto que asuma la necesidad de interpretar la tradición, que necesita renovar el significado de dicha tradición al modo como los intelectuales medievales comprendieron el valor de los textos sagrados, que pueden ser en parte igual y en parte diferentes. Así, al mencionar líneas arriba que la hermenéutica tiene que ver con un ejercicio respetuoso del ser del mundo y del hombre, que tiene relación con el símbolo y la metáfora, y que éstos recogen y manifiestan el espíritu humano y divino, así como el valor de la Belleza, la Unidad y la Bondad del ser, entonces hay que hacer énfasis en el hecho de que los urbanistas, arquitectos e ingenieros, pueden y deben aprender a apreciar el ser bueno, bello y único de la obra a intervenir. Un ejemplo interesante de ello es la iglesia de San Jacinto, en San Ángel, Ciudad de México: se entendió el valor de la construcción sin olvidar que el tiempo hizo que dejara de ser lo que originalmente fue. En lugar de transformarla por completo o querer recuperarla tal cual era, se conservó el deterioro como parte de la identidad de la iglesia, y los esfuerzos se enfocaron a evitar posteriores daños. Lo que los arquitectos buscaron fue congelarla en el tiempo.
En muchos proyectos urbanos vemos que no se potencializa el peso histórico y social que las obras poseen, ni el poder de transformación que tienen a nivel humano, social, político o urbano, porque se ha dejado de lado el valor simbólico de la obra y de la forma de vivir de sus residentes, y se considera intervenir una ciudad a través o a pesar de la historia. Esto puede cambiar la percepción que actualmente se tiene sobre el rico patrimonio cultural que nuestra ciudad posee para enriquecer la experiencia urbana del futuro (Arzoz, 2016)
Recomendaciones derivadas de esta reflexión:
1.- ¿Cómo podemos ayudar a interpretar, comprender y preservar cualquier patrimonio histórico? La respuesta es usar el criterio de la tercera vía. Ni el univocismo del experto, ni el equivocismo del oportunista. Todo patrimonio es heredado y por tanto susceptible de ser interpretado y comprendido por todos los grupos de interés (niños, ancianos, personas con discapacidad, ciudadanos, autoridades, barrios, etc.)
2.- Entender el aspecto simbólico y cuidarlo. Una de las aportaciones de la hermenéutica es precisamente la lingüisticidad como el aspecto universal de la hermenéutica, en la experiencia de nosotros mismos y del mundo. La lingüisticidad de toda ciudad o espacio urbano, por ejemplo, reclama nuestra atención, nuestro cuidado y comprensión. Octavio Paz sostiene una tesis similar sobre el origen lingüístico del ser humano : “La primera actitud del hombre ante el lenguaje fue la confianza: el signo y el objeto representado eran lo mismo. La escultura un doble del modelo; la fórmula ritual una reproducción de la realidad, capaz de re-engendrarla. Hablar era re-crear el objeto aludido.” (Paz, 1973, p. 29).
3.- Reconocer la diversidad y multiplicidad de interpretaciones. Una hermenéutica humanista promueve el diálogo como vía de solución al conflicto de interpretaciones. Ese diálogo debe priorizar el entender los múltiples sentidos y la diversidad de interpretaciones de la tradición en juego antes de poder tomar decisiones con respecto al patrimonio histórico.
4.- Ser prudentes con el patrimonio. La persona, sugiere la hermenéutica como filosofía humanista, deberá hacerse cargo prudentemente de su responsabilidad histórica. El patrimonio es su herencia personal y social. Las perspectivas culturales de un individuo al acercarse a cualquier clase de patrimonio suponen que dicho individuo ya trae consigo un bagaje cultural, social, económico e histórico proveniente de su posición en el mundo, el cuál afectará su manera de aprehender el conocimiento. Mientras más se parezcan el bagaje del individuo y la tradición histórica del patrimonio con la naturaleza y la belleza de un entorno determinado, mejor será la comprensión y la identificación con ese patrimonio.
5.-Tener prudencia y empatía en el diálogo ciudadano. El diálogo que propone la hermenéutica invita a tender puentes y salvar distancias con el pasado. Es posible encaminar una ciudad al desarrollo sin sacrificar su patrimonio histórico, cuando hacemos valer conscientemente el prejuicio de dar utilidad a monumentos o espacios que han caído en desuso, cuando se procura un realce estético. Incluso si los monumentos muestran una historia vergonzosa se pueden y se deben preservar. El museo de la intolerancia en la Alameda, el Memorial a las Victimas en el Campo Marte o las Palomas de la Paz en Medellín, Colombia, nos hacen pensar en la importancia de tener y mantener con responsabilidad nuestros prejuicios. La reflexión filosófica de la hermenéutica ha redescubierto el valor positivo de los prejuicios al momento de interpretar y comprender. Desde nuestros prejuicios podemos contribuir como ciudadanos a la edificación de nuestra ciudad.
6.- En la medida en que se actualiza, se preserva y restaura con responsabilidad cualquier patrimonio, se contribuye al desarrollo económico, político, social y comunitario de una nación y una ciudad. Me viene a la mente cómo fue que se logró el espacio de la Plaza de las Tres Culturas en la Ciudad de México. Allí se ha logrado hacer patente el entramado histórico, social, antropológico y cultural de nuestro país. (Florescano Vol III, p. 21).
7.- Más participación ciudadana, más patrimonio histórico. Todos los ciudadanos y actores políticos somos responsables de la preservación del patrimonio. Quizás el problema es que el tema urbano o urbanístico se suele dejar a los especialistas, mientras el resto de los habitantes vemos pasivamente el deterioro y la destrucción. En la medida en que los ciudadanos participan de la transformación de una ciudad, ésta se adapta de otro modo a la forma de vida de un pueblo. El caso de algunos lugares del Centro Histórico de la Ciudad de México son muestra del valioso rescate que se ha hecho del espacio urbano.
8.- Gracias a la hermenéutica como ejercicio del espíritu, más que como técnica o reglas de interpretación, la tercera vía siempre puede y debe honrar la naturaleza simbólica del objeto interpretado. Por tanto, no debe olvidar la Belleza, el Bien y la Unidad del Patrimonio Histórico.
Concluyo con palabras de Octavio Paz, sobre el conflicto que crea toda representación artística (poesía en general) en el tiempo (la historia viva):
Ese conflicto crea la historia. Desde esta perspectiva, el hombre no es mero suceder, simple temporalidad. Si la esencia de la historia consistiese sólo en el suceder un instante a otro, un hombre a otro, una civilización a otra, el cambio se resolvería en uniformidad, y la historia sería naturaleza. En efecto, cualesquiera que sean sus diferencias específicas, un pino es igual a otro pino, un perro es igual a otro perro; con la historia ocurre lo contrario: cualesquiera que sean sus características comunes, un hombre es irreductible a otro hombre, un instante histórico a otro instante. Y lo que hace instante al instante, tiempo al tiempo, es el hombre que se funde con ellos para hacerlos únicos y absolutos.” (Paz, p 190)
Referencias
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